LA VOLADURA DE EUROPA

Por HERMANN TERTSCH
ABC  Viernes, 22.06.18

Se extiende la rebelión popular contra las elites a causa de la inmigración

EL debate sobre la inmigración es ya una lucha política encarnizada. Definitivamente viciado por la mentira, la hipocresía, la manipulación y la voluntad de destruir al adversario. Se radicaliza sin pausa entre bandos irreconciliables. Toda la izquierda, con la socialdemocracia, que hoy incluye a la mayoría de los partidos centristas, populares y socialcristianos, se ha identificado con un principio de fronteras abiertas. Y acusan abiertamente de crueldad, racismo y sadismo a todo el que no se someta a la lógica de unas elites que alardean de buena conciencia con la defensa de medidas, la aceptación de la inmigración ilegal, cuyos efectos ellos no sufren. Pero que son efectos dramáticos para los segmentos más pobres de la ciudadanía de las sociedades desarrolladas. La política de puertas abiertas de Angela Merkel en 2015 disparó la crisis. Rebosa ya el barril de la indignación entre quienes pagan esa política de inmigración ilegal permanente con el fin de su seguridad, la destrucción de su entorno, calidad y hábitos de vida y el fin de su prosperidad. En la UE y en EE.UU. se extiende la convicción de que estamos ante el fin de la sociedad abierta occidental y sus formas de vida si esta no retoma el control de sus fronteras, de su territorio y de las personas a las que se permite acceso.
Esto explica la rebelión de la población afectada y el virulento choque entre el predicamento moral de unas elites y la cruda realidad del hombre de la calle, harto de ver el permanente deterioro de su calidad de vida debido a la inmigración. El conflicto amenaza con hacer saltar por los aires la UE. Ha hecho ya caer gobiernos, transformado los mapas políticos y ahora puede acabar con el Gobierno alemán de la canciller Merkel, símbolo de una postura irredenta, que se niega a reconocer su responsabilidad y a la enmienda. Ayer, el Frankfurter
Allgemeine, que ha defendido a la canciller con tenacidad, publicaba un demoledor artículo en el que acusaba a Merkel de romper la UE, de ser causante del Brexit y de causar un daño inmenso al tejido social y político alemán y europeo. En realidad decía todo aquello que el mismo diario tachaba de «agresión ultraderechista» contra la canciller hace aún menos de un año. Y es que el discurso de descalificación y ataque contra todos los que quieren poner fin a la inmigración ilegal ha sido implacable desde la inmensa mayoría de los medios europeos.
El último ejemplo nauseabundo ha sido la pretensión del coro mediático de presentar ante el mundo al presidente Donald Trump como el sádico inventor de un método especial para torturar a niños pequeños arrebatándoselos a sus padres en las fronteras. Lo cierto es que siempre se separó a los niños de padres y otros adultos porque no se encarcela a los niños. Hasta que Trump ordenó poner fin a una práctica de todos sus antecesores, los medios han agitado al mundo con desvergüenza inaudita. Hay mil ejemplos de cómo se insulta a Trump por algo que se aplaudía en Obama o Clinton. Aquí con ese chantaje moral infecto en el debate migratorio que demoniza a todo el que no se resigne a que su patria pronto parezca uno de los barrios multiculturales de las urbes de Europa occidental. La cumbre convocada para el domingo en Bruselas podría haber fracasado ya. Los países de Visegrado anunciaban ayer su boicot y el primer ministro italiano, Conte, ponía condiciones. Merkel tenía que retirar un documento, para salvar la cara, que se denunció como tramposo. Clara está una cosa: si no se avienen todos a cerrar las puertas a la marea migratoria, se irá cada uno a cerrarlas por su cuenta. Y la Europa unida habrá sido una anécdota en la historia milenaria del continente.

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