LA EUROPA FARISEA

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 29.10.13

EE.UU. no sólo espía en Europa. También le envía un flujo incesante de información, de vital eficacia para su seguridad
     ESCÁNDALO, es un escándalo! Con música de Raphael o con el cínico grito ¡Escándalo, aquí se juega! del capitán Louis Renault al entrar en el Rick´s Café en Casablanca. Todos se proclaman horrorizados porque las agencias de espionaje se dedican a espiar que es una barbaridad. Y porque los más grandes, más ricos y más desarrollados espían mucho más y mejor que los demás. El primer hecho comprobado en esta compleja crisis trasatlántica del espionaje es que Obama, celebrado como un santo laico por los europeos, es más tramposo que tricky Dicky o dirty Dick, también conocido como Richard Nixon. El segundo hecho incontrovertible es que los líderes europeos y sus clases políticas y mediáticas son casi tan fariseas como el citado santo laico de Martha´s Vineyard. El tercer hecho, que cada vez ofrece menos dudas, es el más serio de todos. Porque tiene consecuencias para nuestra seguridad y bien común a medio y largo plazo.
     Y es que la quiebra de confianza que se ha producido es en parte real. Aunque la escenificación del enfado sea en gran parte impostura para satisfacer instintos populares. Los líderes europeos creían solventada la crisis provocada por los robos y la traición de ese siniestro personaje que es Edward Snowden, cuyas motivaciones están tan poco claras como sus vínculos con las dos capitales que le ayudaron en su fuga. Que son Moscú y Pekín, no precisamente centros de defensa de la libertad y derechos civiles que el personaje dice defender. Las revelaciones previas habían hecho daño a los sistemas de seguridad occidentales. Pero los responsables creían haber logrado un razonable control de daños. Saben lo que nos jugamos si, por pasiones políticas y mediáticas, ponemos en peligro los servicios de información. EE.UU. no sólo espía en Europa. También envía a Europa un flujo incesante de información. Nadie pretende que sea toda la que tienen. Pero es de vital eficacia para la seguridad de los europeos.
     EE.UU. tiene un nivel de relación distinto con cada aliado. No es el mismo con el hermano europeo histórico que es Londres, que con una España que se identificará aún mucho tiempo con la traidora deserción de Rodríguez Zapatero. Ni es igual con un aliado incondicional como Polonia, que con una Francia siempre con veleidades antinorteamericanas. Con Alemania las relaciones tiene altibajos. Si fueron espléndidas con un Helmut Schmidt socialdemócrata o un Helmut Kohl democristiano, lo son menos con una Merkel que ha caído en tentaciones neutralistas en varias ocasiones, Libia por ejemplo. Y que además no permitió a Obama la impertinencia que pretendía de dar un mitin en la Puerta de Brandenburgo en su campaña electoral, aún como candidato.

     Lo cierto es que el mundo está muy peligroso y mucha gente solo se fía de sí misma. Y no siempre. Y si cuenta con medios inimaginables que la tecnología ha generado a lo largo de la última década para acceder a información que le dé ventajas o seguridad añadida, los utiliza. Los europeos se podrán hacer los ofendidos. Y alimentar el populismo antiyanqui. Pero ellos hacen lo mismo en la medida de sus posibilidades. Históricamente, los EE.UU. pueden razonar mil veces su legítimo interés de conocer todo lo que puedan de lo que sucede en Europa. Habrá que limitar daños en las relaciones y confianza. Derivados de lo que sin duda es un abuso de fuerza norteamericano. Con un gran acuerdo de zonas, pocas, libres de espionaje o líneas rojas. Y controles conjuntos contra el abuso. Pero sin caer en el ridículo de pretender exigir a los estados que renuncien a sus capacidades para saber.
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