MÚNICH-GDANSK, EJE DE MEMORIA

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 19.08.14

En estas dos ciudades puede resumirse la historia de Europa, su miseria y su grandeza

SE escandalizan ahora de nuevo muchos europeos al leer y escuchar sobre las atrocidades que se cometen en remotos lugares. Ahora especialmente en Oriente Próximo y en nombre del Islam. El desprecio a la vida que muestra el Estado Islámico (ISIS) hiela la sangre. Impresiona y repugna esa voluntad criminal desinhibida, ese jactarse de la propia crueldad y brutalidad, que tantos réditos parece darle a ese ejército tan voluntarioso como eficaz de asesinos. Pero la displicencia con la que tratan los europeos los acontecimientos remotos, y que tanto fomenta su indolencia, revela cómo se han perdido en las jóvenes generaciones las referencias de nuestras propias brutalidades y crueldades. Dos ciudades surgen ahora como un eje de la memoria. Son Múnich y Gdansk, que quieren hacer frente a la ignorancia y el olvido, los peligros del eclipse de la historia. La cultura de la inmediatez con su adanismo generalizado, en el que nada de lo pasado puede competir con la actualidad, todo lo relativiza y trivializa. Incluido el crimen total. Eso permite que una subcultura de la tiranía de la actualidad crea que reinventa el mundo a partir de la amnesia más absoluta. Algunos se presentan ahora con careta y lenguaje renovados y pretenden ser la versión correcta y bondadosa de ideologías siempre criminales en el pasado. Y exigen una especie de «derecho al olvido» que prohiba a los críticos o recelosos recordarles los antecedentes asesinos de su ideología. Así, alguno se ofendió cuando yo he recordado en televisión que no hay ningún caso en la historia, ningún precedente, de una organización comunista que, habiendo conquistado el poder, no lo haya utilizado para asesinar a opositores o discrepantes. Me considero con pleno derecho de recordar este hecho incontrovertible. Y también de extraer de ello la conclusión y convicción de que toda organización de cuadros comunistas, si tiene poder y lo cree necesario, mataría a opositores como lo hicieron en el pasado. ¿Por qué iban a ser la primera y única excepción?
La diferencia con todos esos regímenes del pasado y del presente está en que las democracias europeas defienden el Estado de derecho, la democracia y la dignidad humana. Y su propia fuerza y necesaria autoestima se nutre de esa memoria que recuerda las monstruosas consecuencias de despreciar el Estado de derecho y al individuo. Y caer en la tentación de creer en soluciones más directas o rápidas contra crisis, corrupción y miedos. Precisamente porque todo eso ya pasó, tienen las democracias en estos momentos críticos esas referencias. Como prueba de que no todo el mundo se duerme en esta Europa decadente, indolente y confusa, surgen dos grandes monumentos vivos para cultivar esa memoria que es la única que puede salvarnos de recaer en el desastre. Se trata del gran Centro Europeo Solidarnosc en Gdansk y de un espléndido y nuevo Centro de Documentación Nacionalsocialista en Múnich. Se inauguran casi de forma simultánea este otoño en dos ciudades muy significadas. En Múnich se gestó el movimiento nacionalsocialista que llevó a Hitler al poder, a Alemania al crimen y a Europa a las ruinas. En Gdansk surgió por contra el movimiento que devolvió la dignidad humana a medio continente al acabar con el poder soviético en media Europa. En Múnich se produjo el primer golpe hitleriano en 1923. En Gdansk, los trabajadores aplastaron al leninismo para el triunfo de dignidad y libertad. En estas dos ciudades puede resumirse la historia de Europa, su miseria y su grandeza, su larga lucha entre ideologías criminales y dignidad humana. Nadie debe olvidar que en Europa ganaron mucho los malos. Que las nuevas generaciones recuerden lo que no han vivido es la única vacuna contra la reincidencia.
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